25.8.09

El Tiempo


No se había dado cuenta de lo complicado que era el tiempo. En clase apenas y lo definían como la secuencia de los sucesos, o la época durante la cual vive alguien o sucede algo. Algunos dicen que el tiempo es oro.
En todo el mundo debe haber tantos relojes midiendo el tiempo con su tic-tac como corazones latiendo.
Pero esa calurosa tarde de septiembre, mientras esperaba con ansias llegar a casa, apoyado en un asiento del autobús reconoció la complejidad verdadera del tiempo.
Junto a él se sentaba una señora de unos 60 años que tranquilamente tomaba un bocadillo mientras su reloj marcaba las 4:26, más adelante un señor daba complicadas instrucciones por teléfono mientras su reloj marcaba las 4:35, allá atrás dos jóvenes conversaban del concierto de esa noche mientras sus relojes marcaban las 4:27 y las 4:30, parado un hombre miraba a la ventana con aire abstraído y ceño fruncido mientras su reloj marcaba las 4:25.
Él, que solo esperaba llegar pronto a casa se sintió repentinamente solo. Estaban esa mañana de septiembre todos en ese autobús caluroso en ese mismo instante pero en situaciones diferentes. El reloj de aquel marcaba 2 segundos más que el de aquel otro y no porque estuviese mal sino porque el tiempo se adaptaba de diferente forma a cada persona, todos tenían su ritmo, todos tenían su tiempo y él se sentía solo porque no tenía reloj, no tenia situación, ni tiempo; esperaba llegar a casa y una vez en casa esperaría que ya fuese hora de dormir, cuando fuese hora de dormir desearía ya despertar, a la mañana siguiente quería estar en el trabajo, en el trabajo esperaría llegar pronto a la cafetería a almorzar, en la cafetería mientras almorzaba lo mismo de siempre querría ya estar en el autobús y en el caluroso autobús esperaría de nuevo con ansias llegar pronto a casa.
-¡Gracias!-gritó poniéndose de pie y tocando el timbre.
Se bajo en una calle llena de tiendas y actividad y corrió a uno de los locales.
-Un reloj de pulsera, por favor-pidió.
Salió del local con un paquete rojo y un recibo de 10 dólares pensando en que era el único que no tenía tiempo en ese maldito autobús. Pero de ahora en adelante sabría que hora era y lo que debía sentir y pensar en ese instante. Ya no tendría que vivir del fututo y sufrir porque este no llegaba nunca porque ya tenía un tiempo para él: su presente.