«Si usted cree que es
capaz de vivir sin escribir, no escriba»… el terror de escribir puede ser tan
insoportable como el de no escribir.
La verdad de verdad es que no sabía cómo
seguir viviendo.
«Y me ordené, por lo
queconvenía el ordenarme a la desorden mía».
«En aquel tiempo
—medijo Susi años después con su humor atropellado— una novia no podía
entrarantes de casarse en el dormitorio de su prometido».
Decidí viajar a Sucre
para escribirlo, pero en el periódico l interpretaron como un impulso
sentimental. Y hoy lo entiendo, porque ya desdeentonces los colombianos nos
matábamos los unos a los otros por cualquiermotivo, y a veces los inventábamos
para matarnos, pero los crímenespasionales estaban reservados para lujos de
ricos en las ciudades.
El recuerdo es nítido, pero no hay ninguna
posibilidad de que sea cierto.
Cada cosa, con sólo
mirarla, me suscitaba una ansiedad irresistible de escribirpara no morir. La
había padecido otras veces, pero sólo aquella mañana lareconocí como un trance
de inspiración, esa palabra abominable pero tan realque arrasa todo cuanto
encuentra a su paso para llegar a tiempo a sus cenizas.
Expuesto en el ataúd
noparecía tan muerto como cuando estaba vivo.