“Los corazones son muy
resistentes, Pete”, había dicho Carol.
“Casi nunca se rompen. La
mayoría de las veces sólo se doblan.” Tenía razón, desde luego..., pero el mío
me dolía mientras contemplaba inmóvil el paquete que ella me había mandado; me dolía mucho.
Sentado ante mi escritorio,
lloré por ella, por mí, por los dos, por todos nosotros. No
recuerdo haber sentido mayor dolor en la vida que el que
sentí entonces. Los corazones son muy resistentes, había
dicho, casi nunca se rompen, y sin duda así es... pero entonces
¿qué? ¿Qué sabemos de nosotros?