5.8.12

Amantes del Suicidio

El peor cementerio es aquel que no tiene tumbas 





Eran amantes y todos lo sabían, los unía muchas cosas, personalidades, problemas, ideologías y aunque nadie, ni siquiera ellos lo sabían, el suicidio.
Siempre se veían en el departamento de ella, hacían mucho el amor y hablaban poco, pero no hacia falta porque una fuerzas más allá de lo entendible los empujaba el uno al otro, no hacia falta hablar porque solo con verse ambo encontraban consuelo.
Era amor, pero ninguno lo dijo.
Ambos pensaban que esas noches en el pequeño departamento serían eternas, la única eternidad en la que llegaron a creer.

Ella sentía que la soledad de él era mucho más grande que la suya, sabia que estaba perdido en la vida aunque él nunca se lo había dicho, sabía del muro que había construido contra el mundo, pero pensaba que era convencional, demasiado convencional y simple para entender su propia desgracia, muy común para entenderla a ella, demasiado normal para permanecer mucho tiempo a su lado. 

Él sabía que ella no era de este mundo, conocía lo pobre que era su espíritu con la gente, y lo ricas y abundantes que eran las cualidades en soledad, para él ella era demasiado extraña como para inmiscuírla en su vida, a veces era buena y otras mala, seguía sus propias reglas y él jamas podría hacerlo.

Ambos tenían excusas para no estar juntos pero ambos buscaban con desesperación esas noches cálidas. 

Una mañana él no se atrevió a despertarla para despedirse y ella contuvo las ganas de llamarle mientras lo escucha irse.
Ese fue el fin.

Ninguno moriría por amor, sino por soledad.

Ella tenía muchos problemas, muchas cuentas que saldar, muchos lugares a donde ir... pero nunca nada importó, solo la calidez de su cuerpo cuando la abrazaba.
Él se casó, tuvo dos hijos y un titulo universitario. Nada lo llenaba, el agujero en su pecho era aún mas grande.
Ella no lo buscó porque su mundo no admitía buscar compañía, ella escogió su mundo.
Él no la buscó porque la sociedad no admitía tomar otros caminos no establecidos, él escogió seguir las reglas del mundo.

Él puso veneno en su desayuno.
Ella dejó de comer, y un día de respirar.

Una mañana de mayo, el cuerpo de ella fue enterrado y nadie la lloró.
Una mañana de mayo, el cuerpo de él fue enterrado y muchos lo lloraron.
Pero nunca nadie volvió a esas tumbas... nunca se volvieron a ver.