23.2.12

Hablemos de frustraciones...

Es mucho más fácil pasarse la vida entera compadeciéndonos de nosotros mismos, de nuestros papeles como victimas; que ponernos los pantalones, mirarnos al espejo y decirnos nuestras verdades. 


Me veo en la situación de que necesito un buen historial medico (aceptable al menos en mi caso) y nuevamente debí hacerle frente a una de las cosas que mas odio: ir al psicólogo. Si gente, al fin dirán algunos pero creo poco en estos personajes, así que es toda una tortura para mi, he estado yendo últimamente y hoy ¡SORPRESA! terapia en grupo (?¿?¿?¿?¿) y el tema: Frustraciones. 
"Yo no tengo frustraciones" fue lo primero que se me vino a la cabeza, eso es para la gente reprimida... Ese ego mio.
Pero todos tenían alguna frustración que contar y yo me sentía como en un examen, buscando la respuesta a mil por hora para no fallar.  
Pero falle porque mis frustraciones incluían alcohol, droga, amores, algunos heridos, un par de gatos por ahí... y en fin, no hacia falta la cara que ponía el resto al escuchar para sentirme tonta, todo era por demás SUPERficial. 
Ahora que lo pienso eso puede ir a la lista de frustraciones: la cara de piedra de mis compañeros de terapia grupal al escucharme. Pero la psicóloga era de esas personas incansables que no paran hasta sacarte todos los trapos sucios y todas las lagrimas que puedas derramar en un día.  Así que tenia que seguir buscando una frustración que valiera la pena los daños psicológicos. 
Tenía yo 14 años, y era toda una adolescente egoísta, hormonal y rara y tuve un ataque de superficialidad, exigía sin pudor un enooorme oso de peluche que había visto, no era mi cumpleaños, ni hanuka, tampoco mi santo, ni nada pero yo quería ese oso. Claro que no me lo dieron, sospecho que no estaría contando esta historia de ser así, y ahí estaba mi frustración traducida a llantos y caras largar.   
No se como se me ocurrió que mi vida dependía de medio kilo de felpa pero yo estaba al borde del suicidio por ese cochino oso, terrible esa visión mía. Pero así fue, yo aun seguía enojada con el universo por negarme ese capricho y en mi puerta encontré una carta junto con un pequeño pescado de peluche que no tenia una aleta. 
Era un hallazgo muy bizarro y la tarjeta era de la única persona que se atrevería a partir de entonces a decirme la verdad en la cara y lidiar con mis errores, y decía:

Lo que me dejo mi madre cuando aun tenia vida, fue esto, nunca ha tenido la otra aleta y a pesar de pertenecer al mar aprendió a vivir en la tierra y hacerme compañía, te lo doy esperando que tu aprendas a vivir sin tu oso de peluche y no mueras en el intento.

Esa persona tan valiente y sabia era nada mas y nada menos quien se convertiría en mi mejor amiga y abandonara este mundo hace poco. A la final mi frustración no era por no conseguir mi oso, sino por darme cuenta de lo superficial que había llegado a ser. 
En conclusión, la terapia en grupo termino conmigo en llanto y debo decir que sigo sin creer en los psicólogos pero no esta mal recordar esas cosas que nos han enseñado tanto. 
Y resulta que soy un pez que no puede estar en su mar pero, debe, puede y quiere seguir nadando.
:D