10.10.11

En la Carretera I

Desde la escuela sé que la cosa más rápida en el mundo es el tiempo, y aún así me aferre a todo como si fuese eterno, los lunes eran iguales a los martes y esto a los sábados, enero era igual que noviembre, no en un sentido monótono y gris, sino en el sentido rutinario que solo los humanos le podemos dar a la vida.
Quería encontrar todo en donde siempre estuvo, que la comida siempre me supiera igual, que las peleas se arreglasen como siempre, que mi cama me abrigue igual todas la noches, que la luna no cambie por las noches, que mi vista por la ventana sea la misma que ayer y que mañana, y más aún que la gente siga teniendo la misma mirada de siempre, los mismos altibajos que conozco, los mismos gustos, los mismos temas de conversación...
Pero aunque yo ignorase el tiempo, él no me ignoraba seguía corriendo a su misma velocidad y a la final él era el único que permanecía igual, la comida ya no sabía igual porque la leche era mas agua que leche, mi cama colapsaba día tras día, el árbol que veía desde mi ventana lo cortaron, la gente cambiaba... todo envejecía con el tiempo, de secaba poco a poco y solo quedaban escombros, cenizas de lo que fue, un cementerio de recuerdos y una matanza de mañanas.
15 de algún mes desperté mirando todo esto, mirándome y encontrándome entre esos escombros. Aquella tarde cogí mi maleta, tres mudas de ropa, algunos dolares mezclados entre algunas hojas y salí a la carretera, sin desesperarme  en el mañana, ni pensar en el ahora, solo dando pasos uno, tras otro.