9.3.15

Con tal de no estar solos...

Con tal de no estar solos
andamos con locos, con idiotas y borrachos,
con mujeres vacías o de moral dudosa.
Mentimos a los padres,
juramos en vano,
entregamos la piel
y comprometemos nuestros sueños.
Cruzamos la calle a ciegas
con el primero que nos da la mano.
Con tal de no estar solos
montamos una gran farsa
a la que llamamos AMOR
(así, con mayúsculas)
Sacando conejos muertos de una chistera,
barajando con trampas nuestras
cartas y haciendo trucos malos con espejos,
para no darnos de bruces con la realidad
y alejar de nosotros el miedo
a estar solos.
Porque, con tal de no estarlo,
o de no parecer que lo estamos,
pasamos hambre, despilfarramos dinero,
oímos sin escuchar,
abrazamos sin abarcar,
y nos convertimos en autómatas desesperados,
olvidando lo hermoso que es sentarse
a esperar a que las cosas,
sencillamente, sucedan.
El olor a jazmín de las noches
de verano y el hallazgo inesperado
de lo auténtico, que nos ha de
encontrar desprevenidos, despojados
de artificios, sin adornos,
desarmados y tranquilos.
Liberados de todo lo que
pesa y esclavos de lo vaporoso, lo ingrávido…
Dejarse llevar…
Pero con tal de no estar solos,
ni siquiera un momento,
seguimos buscando y seguimos fingiendo.
Maquillamos lo que se ve,
y lo que no también,
por temor a que descubran nuestros defectos
y la fragilidad que se esconde tras ellos.
Nos apremia el desamparo,
la angustia y la prisa…
de modo que nos devora la noche
y nos sorprende el día
casi siempre en el lugar inadecuado,
donde un incómodo silencio
(y un dolor en el pecho)
nos reprochan una y otra vez
todas esas tonterías que hacemos,
unos y otros,
ahora y siempre,
con tal de no estar solos.
Ana Elena Pena- "Sangre en las rodillas"

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