9.12.09

Estación "La Esperanza"


El reloj como todos los días a aquella hora marca las 6 p.m., me dirijo a la parada del tren, a paso presuroso (no sé porque tengo prisa), es viernes, la semana a terminado, en casa me espera una cama calientita que no he podido disfrutar a lo largo de la semana, me esperan las hojas de té recién recogidas de mi jardín, listas para brindarme su aroma y su calor, me espera Lira, la gallina de campo que tengo conmigo desde hace tanto tiempo…
No tengo prisa pero un frio me llena, sé que está a punto de llover, pero no, no es esa clase de frio, es un frío que llega profundo a mi alma.
Llego a la parada, ahí está Felipe como siempre esperando su ten recostado junto a un poste mirando al cielo.
Me mira y sonríe, me saluda, lo saludo, de inmediato empieza una alegre conversación; Felipe es de aquellas personas que basta con mirar para sentir tranquilidad, es una persona que derrocha confianza y alegría.
Debe ser ese el porqué a pesar de no conocerlo más que por las veces que hemos coincidido en aquella parada ya siento que lo conozco desde hace tiempo.
Su tren llega a la misma hora de siempre, se despide con una sonrisa y sube, su tren se aleja, el mío aun no llega.
Miro a mí alrededor, es curioso que siempre sea yo la única persona en la parada a aquella hora.
El cielo esta tenue, lo que queda del sol desaparece en un compas lento, me pregunto si en algún otro lugar del mundo en este momento el sol se está poniendo… puede ser.
Pasan los minutos y comienzo a escuchar el sonido del tren, ese sonido me recuerda a algo… no sé a qué puede recordarme ese chucuchucu pero lo hace… ¿A qué será?
Me subo, como siempre, una vez dentro el aire es diferente, me siento libre, ya no siento el frío.
Me siento junto a la ventana, comienzan a caer las primeras gotas de lluvia, tengo ganas de mojarme, de correr bajo la lluvia.
Es increíble lo poco que importan algunas cosas en este momento, no importan ya las puestas de sol, no importa la cama caliente que me espera en casa… no importa lo que ocurrió, ni lo que ocurrirá, solo pienso en lo que está ocurriendo.
Una vez en el tren, sé que nada más importa, solo la calma que me invada y ese sonido del tren que me acompaña, ahora recuerdo a que se parece: es el sonido de un tambor… a veces alegre, a veces triste, otras melancólico… o enamorado… como el corazón siempre marca un ritmo, cuando ya no lo haga me preocupare…. No ahora.
El tren es rojo, toda una maquina increíble… es enorme pero su sonido es suave y delicado, cautiva, con cada nota anuncia su paso…
Su paso hacia la Estación “La Esperanza”

1 comentario:

  1. Anónimo9.12.09

    Cuando alguien expone de manera tan sincera y bonita su sensibilidad, sea en forma de relato autobiográfico o de cuento o de poema, no importa, a mí me suelen dar ganas de comentarle algo a la persona. Luego me arrepiento cuando noto que su mensaje no coincide mucho con mi propia forma de ser, o que se quedó en la superficie sentimental, o que no tiene demasiada calidad.

    En lo que acabo de decir está la clave de por qué sí estoy comentado yo hoy aquí... Un texto muy humilde y hermoso, como todo lo que se puede leer en tu blog. Muy bien.

    En cuanto a la "excusa argumental" de la narración, a mí me da por decir que vivan los transportes públicos. Y si además conservan el encanto del tren, mejor que mejor. Es mi medio de transporte preferido. ¿Quizá porque es el único en el que nunca me mareo? Sí, seguramente. Y además porque puedo disfrutar de mejores vistas al paisaje.

    Un saludo cordial, amiga.

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