5.9.09

Pesadillas


Ni en los pasillos, ni en los balcones había más ruido que el murmullo del viento el suave crujir de las hojas de los arboles.
Todos dormían tranquilamente (espero que todos). Si yo pudiese haberme visto esa noche de seguro hubiese visto una figura arrebujada en cobijas y con un sueño inquieto que la hacía girarse cada poco y esconderse y aparecer, enredándose entre las cobijas.
Pero no podía verme de fuera pero si puedo decir que la visión por dentro era mucho más interesante aunque no del todo placentero.
Me hallaba de pie en un jardín lleno de verdura, árboles, arbustos, flores aunque matizados de una extraña sombra negra que le daba a todo un toque sombrío y álgido.
Sabia donde estaba aunque no podría decirlo ahora donde demonios estaba, lo que si se ahora con la falta de la presencia confusa del sueño, es decir que estaba en un lugar en el que se suponía estaba de visita y se suponía no debería haber entrado haciendo tanto ruido como hacia al pisar las hojas… pero era inevitable.
-¿Qué haces?-dijo una voz femenina totalmente desconocida pero que curiosamente esperaba escuchar, lo digo por el tono árido que ocupo y que no me sobresalto en lo absoluto.
-Aquí-conteste-¿Dónde están ellas?
-Enojadas-dijo con un bufido-Sabes que no les gusta que les despierten así…
Asentí
-Será mejor que salgas-recomendó la voz desapareciendo.
Repentinamente me encontraba recorriendo un pasillo sin techo que rodeaba pequeñas habitaciones cubiertas con el mismo y misterioso matiz negro.
Me dirigí a una puerta de metal gris y Salí sin problema sintiéndome algo inquieta y volteando a ver.
Repentinamente era de noche, lo sé porque el matiz negro era mucho más intenso y esta vez encontraba frente a la misma puerta esperando que alguien la abriese y preguntándome porque estaba tan arreglada.
La puerta se abrió sola y nuevamente me encontré caminado por el pasillo que rodeaba las habitaciones, todas tenían ventanas alumbradas por lo que de seguro era alguna fuente de luz interna y dentro de un de las habitaciones se oía un ruido estruendoso que indicaba que había una fiesta muy concurrida.
Pase de forma muy sigilosa por aquella habitación buscando la que en realidad me interesaba. Camine sabiendo a donde mi dirigía pero sin saberlo. Esa era la habitación, lo supe por el rostro sonriente que me miraba desde la puerta.
Le sonreí y me acerque tranquilamente mientras en mi cabeza se libraba una batalla.
¿Qué hago aquí? ¿Qué hace el aquí? Se supone que él vive cerca de mi casa… pero aquí. ¿Qué es aquí de todos modos? ¿Y porque me sonríe con tanta confianza, si apenas y lo conozco?
Mire el rostro del chico que había alimentado miles de fantasías y había pasado a la lista larguísima de amores platónicos e imposibles. Me sonrió y se hizo a un lado para que pasase a su habitación pero sin invitarme.
Entre confiadamente y me senté en la cama. ¡Tranquilizante! Me decía.
-Hola-me saludo al fin.
-Hola-contesté-Vengo a retirar mis apuntes.
-Claro-dijo entregándome una pila de cuadernos.
-Espero que te haya servido-dije.
-Mucho-sonrió-Gracias.
Me di cuenta de la renuencia y la alerta con que conversábamos, intentado ser casuales con temas vanos y evitando algún tema en especial.
Yo esperaba comportarme así… pero ¿él?
-Te acompaño a tu casa-propuso después de anda saber qué tiempo.
-Bueno-acepte.
Salimos pasando por el estruendo de la fiesta y me pregunte vagamente porque él no estaba ahí.
Caminamos y conversamos, caminamos y conversamos y nunca se acababa.
Fuimos a comer y caminábamos y conversábamos.
Propuse ir a otro restaurante y me dijo que eran las 3 de la mañana y que tal vez me gustaría ir a casa.
-¡Las tres de la mañana!-pensé sin decirlo-¿Qué hacía yo a esa hora en la calle y con ese chico? ¿Y quien demonios me había dejado salir?
-sí, debería ir a casa-dije dándome cuenta que estábamos en su auto y preguntándome como habíamos llegado allí y, aun más importante, ¿dónde estaba mi casa? Hasta donde yo sabía vivía cerca de él… pero…
-Bueno, adiós-dije cuando el silencio me indico que habíamos llegado.
Me retuvo del brazo sin decir nada.
Voltee a verlo y me miraba intensamente mientras las palabras luchaban por salir.
-¿Qué sientes por mi?-pregunto.
-Te amo-dije sin pensar-Y lo sabes.
Silencio.
-¿Y tú?-pregunte.
-Yo…yo…no es fácil-dijo titubeando- Jamás pensé llegar a sentir esto por alguien…. Pero….¡maldita sea! Lo has logrado… has logrado que…
-¿Qué?
-Que te ame…
En el momento en que a la historia debería habérsele sumado un apasionado beso… ¡Pum!... golpee algo duro y frio, sintiendo un dolor agudo en la espalda.
Abrí los ojos llenos con ¿lagrimas? Y mire alrededor, me había caído de la cama y había estado soñando algo que no sabía si decir que era gracioso, espeluznante o absurdo… (Jamás hermoso)
Moraleja: Nunca te vayas a la cama sin haber probado bocado y mucho menos después de haber leído un libro entero de corrido y menos si ese libro es Días Perdidos.