20.1.11


Oí que las estatuas murmuraban a mi oído, hablándome de un pasado que nunca podría olvidar y aludiendo taimadamente a un futuro que trataba de ignorar. Fluctuando como fantasmas a la pálida luz del sol poniente, volvían a presentarse los fuegos fatuos del remordimiento, que me decían cada día que podía y debía haber actuado de un modo distinto. Pero yo soy lo que siempre he sido: una persona regida por los instintos. Y parece que nunca podré cambiar.
Hoy encontré una hebra de plata en mis cabellos, aviso de que pronto podría ser abuela, y me estremecí. ¿Qué clase de abuela sería? ¿Qué clase de madre era?

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