29.9.14

C.A.S.A

Un corazón grande se llena con tan poco... 
Atuntaqui, 1994


Estoy evitando el momento en que salga por la puerta pues sé que no volveré y si lo hago ya no será la misma casa ni yo seré la misma, por eso quiero guardarme en un rincón, oculta entre los fantasmas de la casa, en las nostalgias de cemento, los adioses de teja, las alegrías de césped.
Pero mientras todos se van y los cuartos se vacían, la casa va muriendo lentamente…
El jardín esta al fondo, como supongo están todos los jardines, el paisaje ahora es triste, seco, muerto, apenas unos pocos hierbajos conservan el color verde y no hay ninguna flor, solo Roberto, el árbol de aguacate que fue mi segundo hogar de niña conserva las hojas completamente verdes pero me mira lejos a través de la barrera de alambre que ahora cruza el jardín. Ese pedazo de tierra hace años me parecía una selva inmensa llena de cosas que explorar, pocas veces me atreví a recorrerlo entero normalmente lo hacía solo en diagonal mientras me imaginaba extrañas criaturas surgiendo de las ramas. Aun puedo verme saltando las paredes de tierra para entrar porque me olvide la llave o para salir sin que nadie lo sepa y nunca nadie lo supo. Ahí está el gallo blanco subido en un árbol mientras mi padre lo seduce a bajar y el matorral en el que la gallina acostumbraba a poner sus huevos… pero ahora ya todo eso desapareció.
Al entrar esta la lavandería que nunca usamos, un cuadrado de cemento sin llave de agua y dentro del que se han ido acumulando hojas secas, botellas, retazos, pedazos de vida y de muerte. Al frente la cocina, llena de olores, ahí debí haber quemado mis primeras ollas y prendido mis primeros fósforos, en los rincones aun puedo escuchar las risas, las palabras preocupadas, los llantos, aquí todo se mezcla los recuerdos y los rostros, lo que fue y lo que pudo ser. El recuerdo más nítido es que solía traer mi tina de agua aquí y podía pasar horas bañándome en medio de la cocina.
Junto, está el cuarto de mis padres que ahora es otro mundo, empezó a serlo hace 16 años cuando nació mi hermano, él lo fue transformándolo hasta que hoy son cuatro paredes en las que un mundo incomprensible para los demás se ha tejido, ahora ya no es de nadie.
Al lado está el cuarto improvisado que fue hecho para mí en un intento desesperado de mis padres por orillarme a dormir sola, no funciono porque yo seguía insistiendo en dormir a su lado y el cuarto poco a poco fue quedando deshabitado y olvidado, el único rincón con vida es aquel junto a la ventana, ahí está el escritorio, desde que llego se instaló ahí y yo también me instalaba tarde tras tarde a resolver problemas matemáticos, a jugar con las acuarelas buscando mi pintora interior y vencida finalmente volviendo a las letras en las que pasaba horas leyéndolas o escribiéndolas. Si alzas la mirada veras una escalera de piedra, arriba se oyen pasos aunque nadie ha subido aun, siempre hizo ruido ese espacio de la casa.
Si subimos esta mi cuarto, mis cuartos, el primero a la entrada estuvo  lleno de libros, los que habían sido leídos, los que esperaban por ser leídos y los que nunca serian leídos, al cruzar la puerta que tenemos enfrente esta m cuarto, el lugar más solitario de la casa, no hay recuerdos sino ideas, un suelo tapizado de letras que se fueron cayendo a lo largo de la vida y dos grandes ventanas en las que todas las noches se reflejaban mis miedos, aun se pueden ver sus fantasmas.  No hay recuerdos de amor, apenas unos suspiros y unas lágrimas. Que le pasara a tanta soledad cuando ya no haiga nada?
Si seguimos saliendo las formas se vuelven borrosas, el resto de la casa es ajeno, lejano. Está el patio en el que paseaba con mi moto de juguete, si sigues recto está el baño junto al cual una pequeña bodega aun esta atiborrada de fantasmas de cosas probablemente haya un gato muerto en el fondo aplastado por esos fantasmas como tantos otros. Pero podemos desviarnos a la izquierda y subir las gradas, el pasillo y los cuartos que se alzan a su derecha también me son ajenos, he entrado a todos y en ninguno he encontrado ni dejado nada.  Solo en el primero, ese es también otro mundo, un mundo de oscuridad, que no se hizo para quienes ven sino para quienes pueden hablar.
Pero mejor subimos más y vamos a la terraza, ese lugar si estaba plagado de recuerdos, de alegrías, de amores y de lágrimas. En cada rincón se esconden las formas del ayer, pero solo voy a ir al centro a tenderme en el piso de cemento y ver el cielo, recordando todas las formas que tomo estos años, recordando las veces que me dormí en esa posición, soñando con despertarme allá en uno de esos puntitos brillantes que me mostraba el cielo. 

Pero tendré que abrir los ojos y habrá que bajar y recoger las maletas antes de salir pero sé que ya no estarán allí, se habrán adelantado a otra casa…