27.8.14

Montañas de la locura

No pude eludir la impresión de que eran cumbres malignas —montañas de locura cuyas más lejanas laderas se asomaban a algún detestable abismo final—.

Aquella nube al fondo, trémula y medio luminosa, despertaba sugerencias indecibles, más que de un espacio terrestre de un más allá vago y etéreo, y daba aterradoras advertencias de la naturaleza totalmente remota, apartada, desolada y muerta desde hacía muchos eones de ese mundo austral insondable y jamás hollado.