Llevaba ya casi dos años desaparecida, yo
lo sabía sin necesidad de que las noticias me lo recordasen; a veces solo
bastaba con pasar frente a su casa, ver uno de sus familiares, ver a su perro
cada vez más gordo por no tener quien lo pasee… yo la extrañaba, no como
alguien extraña al árbol que paso 14 años frente a su ventana antes que un rayo
lo derive, era más que eso pero mucho menos que un esposo extraña a su
compañera de vida. Es decir, la extrañaba más de lo que debería pero menos de
quienes la conocían. Es bastante confuso incluso para mí, ambos nacimos y hasta
su desaparición crecimos en el mismo barrio, yo me ausente la mayor parte de mi
niñez, de los 8 a los 15 años para estudiar en una academia militar cortesía de
mi abuelo materno que deseaba verme bien formado y de paso disfrutaba de mi
estancia en su casa. Entonces yo ya conocía a Alejandra, ambos estuvimos en el
mismo prekinder pero mentiría si dijera que
recuerdo esa época simplemente lo sé por las fotografías que lo prueban;
lo que sabía de ella entonces es que era la única hija de un abogado regordete
y una maestra de escuela, que sus padres vivían en el barrio desde antes que
los míos y que mis padres llevaban una buena relación con ellos, “no son nada
alzados” decía mi madre. Alejandra sin embargo era una niña y estaba ocupada
creciendo entre niñas y pues yo era un niño que quería gastar sus energías en
cualquier cosa que se le ocurriese, así que nuestros encuentros infantiles se
limitaron a los saludos que cruzaban nuestros padres, a las fiestas familiares
a las que asistimos y a las veces que jugamos básquet en el parque que no fueron muchas pues ella era excelente y yo
pésimo. Intercambiamos si no profundas conversaciones si algunas palabras.
En los días calurosos mi padre y el suyo se
bebían una cerveza en la tienda, cuando alguno de los dos lavaba su auto el
otro le hacía compañía y las familias habían intercambiado números telefónicos
para intercambiar opiniones del barrio o
intereses en común. Pero no organizaban paseos familiares todos los
fines de semana, mis padres distaban de ser sociables, mi madre que era una
discreta ama de casa encontraba mayor diversión en las ocupaciones domesticas
si bien sabia quien se había peleado con quien y quien había engañado a quien,
no era porque fuese una pieza clave del chismoreo sino porque como decía hay
cosas que uno no puede evitar oír; mi padre un camionero de profesión se
ausentaba bastante y cuando estaba en casa prefería pasar tiempo con su familia
que éramos mi madre y yo pues nuestros parientes vivían desperdigados tan lejos
que era difícil contar con ellos.
Fueron precisamente mis padres mi única
fuente de información de lo que fue de
Alejandra en los años que me ausenté, cuando volví nuestros caminos tampoco se juntaron, yo cambie la academia por un colegio público mixto y una bicicleta a la que más he dedicado mis tiempos libres, ella se había convertido en una señorita muy linda que iba a un colegio mixto pero católico. Ella estudiaba en la mañana y yo en la tarde. Pero la encontraba algunas veces en la parada de bus envuelta en sus libros, o en el cyber, comprando en la tienda, paseando su nuevo perro o cargando a su nuevo hermano.
Alejandra en los años que me ausenté, cuando volví nuestros caminos tampoco se juntaron, yo cambie la academia por un colegio público mixto y una bicicleta a la que más he dedicado mis tiempos libres, ella se había convertido en una señorita muy linda que iba a un colegio mixto pero católico. Ella estudiaba en la mañana y yo en la tarde. Pero la encontraba algunas veces en la parada de bus envuelta en sus libros, o en el cyber, comprando en la tienda, paseando su nuevo perro o cargando a su nuevo hermano.
De sus relaciones personales solo sabía que
no tenía ningún escándalo amoroso ni de otro tipo, claro que aunque sus
historias amorosas no eran de conocimiento público yo estaba segura que
existían. Pero es cierto que nunca vi a ningún chico espacial visitarla y
cuando desapareció no hubo ningún desconsolado romeo en escena.
Lo más cerca que estuve de ella esa época
fue en su graduación que lastimosamente coincidió con mi primera fractura en la
bici y pase sentado toda la noche observando que ella era bastante alegre y
sociable. Yo había seguido un comportamiento parecido a mis padres en lo que
respecta a la gente del barrio, pero tenía grandes amigos: Carla que paseaba en
bici donde yo entrenaba, Lore que era enfermera en el hospital donde siempre
paraba yo con heridas de guerra y Esteban otro loco por la bici del barrio, el
resto eran rostros sin nombre a los que saludaba pero no recordaba. La gente
solo recuerda los extremos, lo blanco o lo negro, a quienes nos caen bien y a quienes no soportamos, el resto, los
grises son olvidables. Alejandra es la
prueba de eso.
De ellos solo Esteban incluía a Alejandra
en nuestras conversaciones, si una amiga suya estaba linda, si su tío hacia una
fiesta sonada, lo que ocurría en los partidos de básquet… nada demasiado
personal.
Así fueron nuestras conversaciones cuando
los encuentros casuales se hicieron frecuentes, ambos íbamos a la universidad,
ella futura química yo futuro psicólogo. Descubrí que era muy inteligente y de
un gran humor, pero nada personal.
Yo solo la conocía de puertas para afuera y
está lejos decir que la quería, no se puede conocer a quien no se conoce, o si?
No, yo creo que lo que me fascinaba era su
vida tan diferente de la mía, no la envidiaba, me fascinaba.
Pero me afecto su desaparición y tal vez
fue entonces cuando note que la había observado más que a una simple vecina.
Fue un miércoles en la noche que mi padre entro a la cocina mientras ayudaba a
mi madre y nos informó que los vecinos no daban con su hija. También fui
interrogado, más de una vez, si la había visto en la mañana muy en la mañana mientras subía a la terraza
a recoger un par de medias, ellas salía de su casa con su mochila y como todos
los días se dirigió a la parada de bus. Sus mechones negros recién lavados
sobre su espalda fue lo último que vi.
Encontraron su celular a algunos pasos de
la parada de bus, nadie vio nada ni los vecinos ni algún conductor. Sus amigos
no sabían que tuviera algún enemigo, no tenía líos de novios ni de drogas ni de
estudios, nada. En su cuarto no encontraron diarios secretos, ni conversaciones
sospechosas, ni fotos ocultas, ni pastillas sospechosas ni condones, nada. Todo
bien, demasiado bien.
La única cosa que sucedió fue la
declaración seis meses después de su desaparición de una señora que decía
haberla visto con dos hombres en un
barrio del sur. Pero no, no podía describir a los hombres y no podía asegurar
que hubiese sido ella, solo se parecía.
A parte de eso todo silencio.
Pero no era la única, entonces supe que
eran miles los desaparecidos. Rostros ajenos cuya cama aun los esperaba. Pero
nadie ve nada.
Pero es en Alejandra en quien pienso cuando
veo el cielo ennegrecerse, podrá ella ver este cielo? Y si es así, pensara en su vecino de toda la vida, como cuando uno
extraña tanto un lugar y recuerda los detalles más insignificantes?