La fiebre es una defensa del cuerpo contra un
virus-pensó-Entonces… eso era… una defensa contra los sentimientos que empezaba
a experimentar por él. Un NO rotundo de su cuerpo ante una segura decepción.
Supo que algo andaba mal cuando abrió los ojos y el reloj
marcaba las 12:34 pm, había estado soñando algo aunque no recordaba qué pero
sabía que había sido algo inquietante, sin embargo, no lo suficiente para
despertarla; no, le había despertado un terrible malestar. Sin pensarlo dos
veces, salió de la cama, el aire la golpeo directamente en sus ardientes
mejillas al mismo momento que la cabeza le dio un giro de 180 grados. Se paseó en círculos durante un par de minutos
intentando pensar claramente, no pudo y corrió a refugiarse de nuevo entre las
cobijas. La almohada estaba fría y contrastaba con el ardor de su rostro. Tenía
fiebre. Miró alrededor de su habitación, su madre dormía en la cama de al lado,
nada había perturbado su sueño, eso la tranquilizó, su madre hacia muchas
preguntas y en este momento ella no tenía ninguna respuesta.
Volvió a mirar a su alrededor, alguien alguna vez le había
dicho que era buena idea tener cerca siempre un termómetro clínico… eso,
curitas y aspirinas…. “si estás sola puedes morir por una simple cortadura”
solía decir con su sonrisa, claro, su ex… bueno su ex oficial, no supo si fue
efecto de la fiebre (probablemente) pero en ese momento lo recordó nítidamente,
solía cuidarla mucho… todo para romperle el corazón a la final sin compasión
alguna, su madre solía decir que la suavizó con el tiempo para sea más fácil de
romper. Era cierto, pero no sufrió… apenas y recordó una rabia muda. No, él no
tenía nada que ver con ese episodio de fiebre, era solo el interludio antes que
los verdaderos recuerdos bombardearan su mente.
Cerró los ojos y se apretó contra la almohada, no quería
seguir pensando, pero la verdad latente ahí estaba, luego de su fallida
relación seria lo había conocido, jamás pensó siquiera en el cuento chino de
que un clavo saca otro clavo, jamás espero nada de él, pero de pronto se
encontró teniendo noches como esta en la que no podía dormir y su cuerpo
parecía querer colapsar de fiebre. Lo había querido tanto, y entre episodios
febriles lo había llorado, lo había odiado y lo había empezado a querer más. La
luna se había cansado tantas veces de acompañar sus pensamientos de “y si…”, su
almohada se sabía de memoria todo lo que había podido ser y nunca había sido,
en la pared aún se dibujaba su silueta idealizada… y la fiebre ¡oh, la fiebre¡
había provocado antas alucinaciones que se mezclaban con la difusa realidad,
ahora era difícil distinguir lo que había sido de esas pesadillas vivas.
Rodó a lo largo de la cama y abrazó la almohada intentando
con todas sus fuerzas cerrar los ojos y que todo sea solo oscuridad, quería más
que nunca morir inconsciente. Entre la oscuridad le vino un rostro y de a nada
su corazón empezó a latir descontroladamente, lo escuchaba tan claramente que
le sorprendió que el mundo pudiera seguir durmiendo con semejante ruido.
¡CALLATE, POR FAVOR!-pensó con furia.
Miró el reloj, eran las 3:41 am. Había estado muerta del
cansancio y ahora estaba ahí luchando contra ella misma para poder dormir,
sabiendo que no lo lograría.
Cuando uno está enfermo siente que no debería estar ahí,
donde sea que este, porque claro, la enfermedad no es el mejor lugar para
estar. Uno quiere transportarse al bienestar, recuerda lo que es estar sano y
quiere volver a ello.
Así se sentía, solo que su bienestar tenía nombre y apellido,
un nombre y apellido nuevo diferente al anterior; y eso podía ser peor que su
fiebre. Quería estar con él y había enfermado porque lo sabía a él cerca, se
sabía a ella yendo a su encuentro… pero no sabía porque se había quedado ahí
lejos. La respuesta estaba ahí pero tardo varios minutos en formularla en su
cabeza: MIEDO. Tenía mucho miedo de volver a ilusionarse, de volver a decir me
gustas y recibir solo migajas de un cariño mohoso, de volver a pasar casi dos
años llorando todas las noches por una misma perdona, de buscarse los
defectos e inventarse todo un catálogo
de ellos, de no poder mirarse al espejo sin repudiarse por no poder ser
suficiente, de intentar huir y solo lograr buscarlo más… de enamorarse de
nuevo.
Pero era demasiado tarde, tenía que admitirlo, estaba ya
ilusionada y ese era el primer paso a otro remolino. La fiebre era por esa
lucha, entre el saber y el sentir. Sentía muchas cosas por él pero sabía que no
le convenía sentir nada, que él era quien debía empezar a sentir, no ella,
porque el primero que siente es el que sale perdiendo.
La fiebre pasará en la mañana, se dará cuenta que tal vez
nunca lo vuelva a ver, o entenderá que uno no puede andar viendo fantasmas por
todo lado, que es mejor dejarlo así, callarse y aceptar su silencio, repartir
los recuerdos en común y jamás hablar de amor.
Pero la fiebre volverá, todas las noches volverá, el
insomnio se hará más intenso, pronto se encontrará pensando en él también
durante el día… esperándolo.
PD: Mierda (con perdón de la expresión) creo que me volvió a
picar el bicho del amor, recontra mierda.