3.7.12

Las luciérnagas

«Cariño, vive como tengas que vivir».




El fuego se reflejaba en los ojos de Xachil, ella lo miraba tranquilamente mientras el observaba absorto los movimientos de la fogata que acababan de encender.Había en el ambiente un halo de nostalgia; tal vez fuera el bosque en el que se encontraban, que con sus arboles prominentes cerrándose sobre sus cabezas no dejaba salir los sentimientos, los encerraba, los acunaba y poco a poco se evaporaban con el humo de la fogata, no sin que antes naden a nuestro alrededor.
O tal vez era la comprensión de que aquella era la ultima noche del camino nómada que ella había escogido hace 10 años, había sido un camino duro... pero- pensó mientras miraba los oscuros ojos de Xachil-había tenido sus recompensas.
No sabía que haría él luego, tal vez su camino aún no terminaba y lo cierto es que había estado junto a ella ya tantos años, se habían encontrado en el camino mientras cada cual huía de su infierno y habían forjado (no un cielo) un paraíso juntos, con muchos soles y algunas lluvias.
Pero ella había emprendido aquel viaje en busca de lo que su corazón pedía a gritos, y lo había encontrado hace poco y ahí lo había visto, lo que su corazón pedía a gritos sentado en una mesa de caoba fina rodeado de comida cara, dos niños pequeños con su mismo rostro y una mujer que sin duda no se parecía a ella en lo absoluto... ahí estaba él, que había llenado sus noches de sueños, sentado cómodamente viviendo una vida que ella nunca hubiera querido vivir. 
Curiosamente se sentía bien, pensó, tal vez lo que en el fondo buscaba es verlo sin el velo de la ilusión verlo como en verdad era.
Su corazón se había callado, aunque aún latía dolorosamente.
Xachil se apoyo en un madero y empezó a adormecerse, ella lo observo impasible. 
Unos destellos verdes llamaron su atención.
Luciérnagas, pensó.
Volvió a mirar a Xachil, él le había llevado a conocer a sus abuelos en los pantanos, y vinieron a su mente las palabras de su abuelo, un señor soberbio de quien Xachil había heredado su color canela y su nariz respingada, con voz aguda había hablado de aquellos bichos de luz:
"La hembra se ilumina para atraer al macho... pero no cualquier macho, la gente puede pensar que al ser bichuelos se aparean con cualquiera... pero que gran error-había exclamado sacudiendo su prominente mentón- no, hay un macho para cada hembra y la hembra se ilumina para atraer al macho... no siempre resulta, claro esta, a veces el macho no viene y la luz se extingue para siempre... otras se siente amenazada por el macho y también se extingue... a veces simplemente se extingue, sabes? No sabría explicarlo bien jovencita, pero es que su lenguaje esta por encima de toda comprensión"

Encima de toda comprensión, repitió poniéndose de pie.
Miro la fogata que se extinguía poco a poco, era cierto al fin de cuentas que hay luces que se apagan sin explicación.
Pero mientras caminaba a la tienda de campaña, miró el sol que se asomaba en el horizonte y sonrió pensando que siempre quedaba la esperanza de que otra luz se encienda.